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DESAPARECER Y MORIR, ENTRE DOS SILENCIOS.

Por: Jade Ramírez Cuevas Villanueva / @jadercv

Mireya ya había iniciado sus prácticas en quirófano. Entre las primeras imágenes en su red social digital, se le ve vestida con bata azul sosteniendo equipo quirúrgico en plena cirugía.

Apenas tenía 22 años, iba a la mitad del proceso de formación como médica en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Vivía en Zapopan y por mucho tiempo lo hizo con su compañera de casa, Mariana. Después decidió irse a vivir sola, pero seguía con sus rutinas de estudio.

“No tenía que presentar exámenes porque la exentaban en las materias”, contó su padre José Del Mazo, de los Del Mazo de Atlacomulco, Estado de MéxicoElla era de allá, pero el lugar que eligió para estudiar medicina fue Jalisco.

A los últimos exámenes del semestre…Luisa Mireya Del Mazo, en diciembre de 2017, no se presentó. Eso llamó la atención de sus amigas y compañeros de licenciatura; sin embargo, el silencio en sus redes sociales sería el signo que continuaría por semanas, hasta la culminación de un proceso largo de violencia que experimentó a manos de su pareja, Esteban De Escesarte; quien después de diversas golpizas, finalmente, la asesinó entre el 9 y 10 de diciembre de 2017, en la casa que rentaba en Temacapulín, Jalisco; el pueblo bullanguero que irrumpe con rabia e indignación cuando de aclamar justicia se trata contra el despojo, pero que cuando se trata de violencia de género, calla y atestigua en silencio.

Una fuereña….no, varias, en Temaca. 

Esteban De Escesarte de 30 años, nació en Guadalajara, pero radicaba desde hace algunos años en Temacapulín porque su padre, del mismo nombre, junto al hermano llamado Andrés, se instalaron en la comunidad para apoyar la defensa del pueblo contra la presa El Zapotillo, el megaproyecto impulsado por el gobierno federal y del que se han beneficiado empresarios como Hank Ronh y Carlos Slim, ambos dueños de la construcción del embalse que amenaza en convertir en un lago artificial a Temaca.

A tiros y tirones, la comunidad aceptó que los fuereños se mudaran e iniciaran vida junto a ellos.

Esteban padre, encontró una vena de sobrevivencia: recolectar muebles viejos, conseguir madera, tallarla, y elaborar muebles rústicos típicos de la región para ambientar casas de aquellos con aspiraciones no de modernidad, sino de comodidad en madera. Cabeza de Vaca se llamaba la tienda de muebles que daba la bienvenida a todo visitante al pueblo alteño. Sin necesariamente conocer a quien llegara, Esteban y su hijo, Andrés, así como alguno que otro ayudante o curioso, saludaban a cada auto que entraba al pueblo.

Hasta ahí, todo en paz. La gente de la comunidad se habituó a ellos. Fue el hijo mayor, Esteban, quien no tardó en tener problemas con otros jóvenes del pueblo y visitantes. Pronto se supo que entabló amistades con jefecillos de las plazas de narcomenudeo de Mexticacán y Cañadas.

Por algún motivo, quizá, más místico que razonado, Temacapulín a pesar de ser la antiquísima frontera entre Mesoamérica y Aridoamérica, además de la frontera entre Jalisco y Zacatecas, es un pueblo librado de violencia de cárteles e, incluso, de presencia de ellos. En sí, el fantasma de la inundación y la lucha que ha emprendido contra el despojo lo ha mantenido como un pueblo neutral de narcos y crímenes, no así al resto de los municipios de la región que se han bañado en sangre por la pugna entre los cárteles de Los Zeta, Los Beltrán Leyva y el Jalisco Nueva Generación.

Pero la sangre llegó a Temaca. Desde la tarde del 9 de diciembre de 2017, vecinos de la calle Remedios, una de las principales que llevan hasta el atrio de la Basílica, se extrañaron de gritos y golpes, y de las exclamaciones de una mujer. Todos suponían que se trataba de Esteban y una de las muchas mujeres que llevaba al pueblo. Hay quien asegura que hasta embarazadas llevaba.

Las veían con él, le saludaban de reojo y no se comentaban nada. Incluso, un par de años atrás, del joven acusado por la desaparición y asesinato de Mireya Del Mazo, se supo que cuando fue novio de una muchacha de la comunidad, éste la golpeaba; eso fue el motivo por lo cual ella, lo terminó. Pero ni así, el hermano mayor de la chica -conocido por su talante que lo ha llevado a los golpes con otros hombres de ser necesario en medio de la farra-, le puso un alto a Esteban. Por el contrario, se dice en el pueblo, que sólo le dijo a su hermana: “Déjalo”. Lo hizo, pero nadie le puso un alto a quien hoy se sabe, era un tipo altamente violento.

Predio en Temacapulín donde fue encontrado el cuerpo de Mireya.

Fue un mes después del feminicidio, pasada la gloriosa fiesta del 8 de enero de 2018, que la movilización de patrullas y elementos de la Fiscalía General de Jalisco y el Servicio Médico Forense (Semefo), confirmaron las sospechas de vecinos y habitantes del pueblo. Buscaban rastros de una mujer declarada como desparecida, pero también buscaban a Esteban De Esesarte, presunto responsable del crimen. Éste se volvió loco tratando de escabullirse. Y lo logró. Brincó azoteas, cayó el patio de una casa trasera a la que rentaba y ante los gritos de la propietaria de la casa, éste la amagó con un cuchillo para que callara. Robó una yegua para huir al cerro, pero antes a punta de navaja también le quitó la motocicleta a otra persona.

El escándalo se instaló en el pueblo: habían desmembrado a una mujer; se trataba de esa joven que vieron sentada en una camioneta comiendo un bote de fruta, a quien observaron caminar por las calles con Esteban, a quien vieron escapando de su agresor para refugiarse en casa de unas vecinas días antes de su muerte; a quien observaron al amanecer intentando subir en el primer autobús que salía del pueblo; sin embargo, Mireya volvió y horas antes de atacada se logró comunicar con su padre por teléfono, pero nada ni nadie la pudo librar de la violencia feminicida de Esteban.

Imagen del recuerdo del perfil de Facebook de Mireya, ahí en diversas imágenes ésta aparece junto a Esteban.

El 3 de mayo de 2019, agentes de la Fiscalía General de Jalisco, detuvieron a Esteban, a quien se le acusa por la desaparición y feminicidio de Mireya. Las agresiones, según escribió, el presunto agresor ocurrieron porque “ésta lo había engañado”. Excusas de un hombre violento que, finalmente, fue detenido en Tijuana, Baja California. Si la justicia se hace cierta, el feminicidio de Mireya, no quedará impune. 

Nota: Este trabajo periodístico es de Jade Ramírez Cuevas Villanueva / @jadercv publicado en sitio digital ZonaDocs.